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Pedro Lara V.

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Pedro Lara V.

Publicaciones de la categoría: Ética Empresarial

Sentido Común

23 Sábado Ene 2016

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial, Gobierno Corporativo

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Navegando por la red, me he encontrado este obituario que publicó Alberto Díaz Pinto en Reflexión de la Voz del Muro y que bien podría aplicarse directamente tanto a la vida personal, profesional y familiar.

Normalmente, los obituarios sirven para recordar, a modo de homenaje, a un ser querido que ha fallecido recientemente, haciendo un recuento del contexto, la trascendencia pública y el significado de la vida que esa persona. Entre las palabras que generan tristeza, a veces se puede extraer una especie de mensaje codificado entre líneas que esperanza a los vivos para que sigan disfrutando al máximo de sus vidas.

Hoy queríamos compartir uno de los mejores obituarios que se haya escrito alguna vez en un periódico, uno que hace un emotivo homenaje a algo que muchos han perdido por el camino y que tanto escasea últimamente. Me refiero al sentido común:

“Hoy lloramos la muerte de un querido amigo, Sentido Común, que ha estado con nosotros durante muchos años. No se sabe con certeza la edad que tenía, puesto que sus registros de nacimiento se perdieron hace mucho tiempo entre las formalidades de la burocracia.

Será recordado por haber cultivado lecciones tan valiosas como saber “tener los pies en la tierra” o por qué los pájaros madrugadores son los que consiguen lombrices, y, también, por reconocer la validez de frases tales como “la vida no siempre es justa” y “tal vez haya sido yo el culpable”.

Sentido Común vivió bajo simples y sensatas políticas financieras (no gastar más de lo que se gana) y estrategias confiables (los adultos, no los niños, están al mando).

Su salud comenzó a deteriorarse rápidamente cuando las regulaciones bien intencionadas, pero ineficaces, fueron fijadas en su lugar. Noticias como la de que un niño de 6 años de edad fue acusado de acoso sexual por besar a una compañera de clase, adolescentes expulsados del colegio por utilizar enjuague bucal después de comer, o la una maestra que fue despedida por reprender a un alumno indisciplinado, solo empeoraron su condición.

Sentido Común perdió terreno cuando los padres arremetieron contra los maestros por hacer el trabajo disciplinar que ellos mismos habían dejado de hacer con sus ingobernables hijos. Pero declinó aún más cuando las escuelas fueron obligadas a obtener el consentimiento de los padres para administrar loción bronceadora o una aspirina a un estudiante; pero no podían informar a los padres cuando una estudiante quedaba embarazada y quería abortar.

Sentido Común perdió las ganas de vivir cuando las iglesias se convirtieron en empresas y los criminales recibían mejor trato que sus víctimas.

Sentido Común recibió una paliza cuando no podía defenderse de un ladrón en su propia casa, mientras que este podía demandarle por agresión.

Sentido común renunció finalmente a su voluntad de vivir, después de que una mujer recibiese una gran compensación económica por derramarse, a causa de un descuido suyo, un café hirviendo en un conocido restaurante de comida rápida.

La muerte de Sentido Común fue precedida por la de sus padres, Verdad y Confianza, la de su esposa Discreción, la de su hija Responsabilidad y la de su hijo Raciocinio.

Le sobreviven sus 5 hermanastros: Conozco Mis Derechos, Lo Quiero Ahora, Alguien Más Tiene La Culpa, Soy Una Víctima y Págame Por No Hacer Nada.

Fueron pocos los que asistieron a su funeral porque casi nadie se dio cuenta de que se había ido. Si aún lo recuerdas, compártelo. Si no, únete a la mayoría y no hagas nada.”

Gratitud e Ingratitud

16 Sábado Ene 2016

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial, Gobierno Corporativo

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“La gratitud se asocia con la capacidad de apreciar día a día, una y otra vez, con nueva frescura e ingenuidad los bienes básicos de la vida con placer, asombro, respeto, sobrecogimiento, e incluso éxtasis. El agradecimiento deriva de un sentimiento de placer, inspiración y fuerza hasta sobre las ocurrencias más mundanas. La habilidad para experimentar y expresar gratitud es esencial para mantener la salud emocional.

La palabra gratitud deriva del latín gratia = gracia, gracioso, agradecido. La psicología la ve como un estado emocional placentero que se relaciona con emociones positivas como la amabilidad, la generosidad, la belleza de dar y recibir o de obtener algo por nada y con los regalos. La filosofía moral y la teología la ven como una virtud moral.

La gratitud es también un afecto moral que se fundamenta en la empatía: es decir, para sopesar el valor del don recibido, el receptor debe identificarse con el estado psicológico de quien lo otorga y percibirlo como algo que se ofrece libremente, un derivado importante de la capacidad para el amor. Aquí subyace la apreciación de la bondad de los demás y de uno mismo. Es una actitud interior que no depende de las circunstancias de la vida.

Una de las principales causas del sufrimiento y la tristeza es dar por sentado que merecemos todas las bendiciones que hemos recibido, como si tuviéramos derecho a ellas y no como lo que son: un don, un regalo por el que debemos sentirnos agradecidos.

Por contraste, la ingratitud es el fallo para reconocer la bondad de los demás. La persona ingrata responde con resentimiento, hostilidad o indiferencia. También puede representar un defecto caracterológico que deja secuelas emocionales negativas de rechazo, depresión, enojo, ansiedad y culpa, cuando no somos capaces de darnos cuenta del don recibido.

Las personas ingratas suelen ser narcisistas, se dan a sí mismas excesiva importancia; son arrogantes, vanidosas, con hambre insaciable de ser admiradas. Se creen merecedoras de derechos, privilegios y favores especiales sin asumir responsabilidades recíprocas, se enojan cuando los demás no se conforman a sus deseos y son insensibles a las necesidades de los demás.

Las estructuras sociales formales como la ley y los contratos sociales son insuficientes para regular la reciprocidad que debe darse ante un intercambio de bienes, y empuja a quien los recibe a sentirse obligado con el benefactor sin que haga falta una coacción externa de tipo legal.

La gratitud conecta a la gente con redes sociales más amplias y con personas que, aunque no conozcamos directamente, nos parece que han proporcionado algún tipo de beneficio a la sociedad. Por ejemplo los artistas, políticos o poetas. Además es una virtud “civil” vital porque estimula la conducta moral que motiva la preocupación por los demás. Es la memoria moral de la humanidad necesaria para que la sociedad se mantenga cohesionada y le proporciona una fuente de estabilidad social.

Practicar la gratitud como una disciplina espiritual –terapia de agradecimiento-, se ha utilizado para curar el materialismo excesivo y las emociones negativas que produce, como la envidia, la avaricia, el resentimiento, la decepción y la amargura.

Un hombre desagradecido, envidioso y quejumbroso se inutiliza a sí mismo. Sólo se enfoca en lo que él no tiene y particularmente en lo que tiene alguien más. Con esta actitud tiende a envenenar su mundo.

La gratitud permite experimentar otras emociones positivas como la empatía y la humildad, e inclina a hacer un examen moral de la propia vida con mayor sinceridad y determinación.

Los cínicos pueden argumentar que es muy fácil ser agradecidos cuando alguien nada en la abundancia, pero se ha comprobado que la gente que enfrenta situaciones difíciles suele ser agradecida, y cuando su actitud es sincera, se constituye en el medio para transformar las tragedias en oportunidades de crecimiento.

Los individuos agradecidos no son ingenuamente optimistas, ni se encuentran bajo una especie de ilusión que los lleva a pensar que no existen el sufrimiento y el dolor. Más bien son quienes conscientemente han optado por extraer beneficios de la adversidad, y uno de los mayores beneficios es percibir la vida como un regalo, lo que les permite estar menos a la defensiva y más abiertos a la vida. La gratitud da un sentido a la vida que permite encapsularla como un don.” **

Corolario personal:

Los empresarios y los colaboradores deben de estar agradecidos unos con los otros, ya que  en conjunto  logran los objetivos y metas tanto  personales, familiares  como corporativas.

No tiene objeto insultar, gritar o  amenazar a los colaboradores. Los primeros que se denigran son aquellas personas que emiten los insultos.

Ahora bien: ¿Es usted Agradecido o Ingrato con la vida, su familia, sus compañeros, sus colaboradores, sus proveedores y con Usted?

** Notas tomadas del artículo de la Revista Itsmo No. 304 escrito por la Dra. Ma. Beatriz Quintanilla Madero, Médico psiquiatra y profesora de la Escuela de Medicina de la Universidad Panamericana.

La Promesa

10 Domingo Ene 2016

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial, Gobierno Corporativo

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En las empresas, cumplir con las especificaciones pactadas, con los tiempos de entrega, con los plazos de pago, con lo convenido, etc. Es cumplir con la promesa.

“Promesa es la expresión de la voluntad de hacer algo por alguien o de cumplir con un cierto sacrificio en caso de conseguir algún logro. Puede entenderse la promesa como un acuerdo entre dos partes a través del cual una de ellas se compromete a realizar algo ante el cumplimiento de una condición o el vencimiento de un plazo.”

Las empresas están formadas por personas. Todas las personas tenemos dos características básicas: Inteligencia y Voluntad. Es con estas dos características, que las personas para la empresa nos comprometemos a realizar ciertas actividades encaminadas al logro de los objetivos generales y corporativos.

La empresa así mismo, realiza a las personas que colaboran internamente con ella una promesa: un pago adecuado por el trabajo realizado y el desarrollo de la persona a través del crecimiento profesional dentro de la corporación.

A los clientes, la empresa les realiza una promesa: cumplir con las especificaciones de los productos o servicios ofrecidos en tiempo y forma; así como el realizar mejoras constantes a los productos o servicios para generar una mayor satisfacción a los clientes.

La empresa genera una promesa hacia los accionistas que consiste básicamente en generar las utilidades necesarias a largo plazo para que puedan generarse los dividendos por lo invertido, siempre en un marco ético y de confianza con la comunidad y sociedad.

Con los proveedores, la empresa se compromete y promete el pago de los productos o servicios en los tiempos pactados y convenidos entre ambas partes.

Pagar los impuestos justos y los servicios de seguridad social y médica es también una promesa realizada a la sociedad, al país, a sí mismos.

Sin embargo, en muchas empresas alrededor del mundo, nos gana la cultura del engaño. Engaño a mis clientes, les miento a mis colaboradores, engaño a mis proveedores y servicios públicos y hacendarios, miento a los accionistas. En suma, me miento y engaño a mí mismo como directivo de una organización.

Pero habremos de preguntarnos: ¿Por qué sucede esto?

Hemos aprendido durante muchas décadas que existen dos condiciones que justificarán nuestras acciones: 1) Todo es relativo y 2) Lo que más importa es lo individual.

Bajo estas premisas, ya no buscamos relaciones a largo plazo y entonces nuestras estrategias comerciales, financieras, de capital humano, de operaciones y empresariales estarán diseñadas a transacciones a muy corto plazo, en donde lo que se busca es el mayor beneficio posible financiero únicamente pase lo que pase, esto es inclusive mintiendo o engañando.

Hemos aprendido a admirar en las empresas a todas aquellas personas que logran los objetivos a pesar de que tengan que destruir vidas, dañar empresas, robar, mentir o realizar cualquier cosa por los objetivos individuales obtenidos. Lo que se nos olvida es que los objetivos, la suma de todos ellos, es el resultado del trabajo individual de cada persona que colabora en la empresa y que gracias a la ayuda de muchos, se logran y alcanzan los objetivos.

El individualismo ha hecho mucho daño en la estructura mental de las personas y por ende de las empresas. Ya no nos preocupa lo que le suceda a nuestros compañeros de trabajo, lo que pase con sus familias, lo que pase en su entorno; es más, en ocasiones ni siquiera sabemos cómo se llaman. Nos interesa solamente la contribución individual financiera que se pueda medir y que ayuden al logro del objetivo corporativo pactado.

Ante es, ¿en dónde se encuentra la promesa de la empresa hacia el resto de los actores de la cadena de valor?

¿Por qué les pedimos a nuestros colaboradores lealtad si ni siquiera les podemos pagar adecuadamente y lo peor, no les respetamos como personas?
¿Por qué pedimos que los embarques de los proveedores nos lleguen a tiempo si no podemos realizar los pagos de las facturas vencidas de forma honorable?

Por qué nos quejamos de que perdemos clientes o participación de mercado si no podemos cumplir con las especificaciones de los productos y servicios y lo que buscamos es engañar a los clientes en aras de buscar una mejor contribución?

¿Por qué nos enojamos de que los servicios públicos no son los adecuados si nosotros mismos no cumplimos con nuestras responsabilidades al pagar impuestos?

¿Por qué los socios se molestan al no tener dividendos, si han distraído y extraído de los flujos operativos el pago de sus gastos personales que en nada tienen que ver con la operación propia del negocio?

En fin… ¿Usted de forma individual y su empresa como ente social cumplen con la y las promesas emitidas?

¿Actuar de manera Ética en las empresas es necesario y rentable?

09 Sábado Ene 2016

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial, Gobierno Corporativo

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Alguna persona tiempo atrás me comentaba que la ética en los negocios no es rentable. Que lo que importaba era la obtención de utilidades a cualquier costo y bajo cualquier circunstancia.

Imagine Usted por un momento que al solicitar un platillo en un restaurate de prestigio, sin saberlo, le sirvan la guarnición de otro plato que dejó otro comensal, con el argumento de que “no lo tocó”.

Desde el punto de vista de los requisitos de calidad del producto, este establecimiento no está cumpliendo con las especificaciones técnicas del producto o servicio que ofrece. Es tanto como mezclar dos tipos de platos fuertes, pensando que el cliente no se dará cuenta al consumirlos.

Los procesos éticos se basan en los valores de la organización, mismos que emanan de los accionistas y los directivos de la misma.  Si la empresa enseña a sus colaboradores a hacer trampa, entonces ¿cómo espera que las personas que trabajan en la empresa sean leales, honestos, con visión a futuro y que no hagan trampa?

“La empresa, actor fundamental en esta época, debe poner el ejemplo al aplicar una cultura ética que, desde su ADN, impregne a todas las áreas, para que al compartirse, se vuelva viral y contagiosa como en las redes sociales. Una correcta cultura ética se concibe, no como la obligación de no hacer nada malo, sino de hacer mucho bien. Así se convierte en auténtica diferencia competitiva.” (Ibarra Ramos)

La empresa debe de cumplir con la promesa realizada al cliente y mercado, debe de cumplir con las especificaciones de producto, sin engaños ni prebendas. Engañar al mercado es tener una visión miope y a corto plazo, ya que los clientes se cobrarán este engaño dejando de consumir los productos o servicios que ofrecemos. Y luego nos preguntamos por qué nuestras ventas y participación del mercado están disminuyendo?

“La Ética crea una diferencia competitiva difícil de igualar porque fideliza al cliente. Estaríamos muy satisfechos si tuviéramos la tranquilidad de que nuestro banco siempre piensa en nosotros antes que nada.” (Iván Escoto)

Para poder instituir en la empresa la cultura de la integridad es requisito indispensable vivirla. Vivirla en casa, como persona, con la familia, con los colaboradores, con los proveedores, con los clientes, etc. Si no es así, entonces estaríamos enviando un mensaje de que la Ética está reservada solamente para grandes decisiones, siempre y cuando estas decisiones me den una ventaja al tomarla.

“Al crear conciencia de los problemas éticos, enseñar a la organización a dialogar sobre ellos y luchar para que se interioricen en la cultura, se forja un ambiente que ayudará a evitar comportamientos erróneos y generará empatía con la cultura que se pretende vivir”. (Ramos y Escoto)

Sin embargo hay que entender que los procesos para crear una cultura llevan tiempo; son decisiones repetidas que van dejando huella hasta que se puede decir: éste es el modo como hacemos las cosas aquí.

El actuar éticamente en la empresa es un gran negocio, ya que genera confianza en la organización hacia adentro y afuera, reduce la rotación de personal, se enfoca a la obtención consistente y permanente de los resultados corporativos, fortalece y favorece la creación y establecimiento de un gobierno corporativo, da mejor presencia en el mercado, fortalece la o las marcas, permite que las personas crezcan y sean cada día mejores.

El actual empresarialmente sin ética, llevará inevitablemente al fracaso y muy probablemente al cierre de la organización tarde o temprano.

¿Y Usted, cómo actúa en su posición directiva?

Las personas no renunciamos a las empresas, renunciamos a los jefes.

30 Miércoles Jul 2014

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial

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Hombre, Jefes, persona, Renuncia

Internacionalmente se nos ha informado que es común que las personas menores de 38 años ya han tenido por lo menos 14 empleos formales. Esto implica que estas personas tienen, bajo este esquema, una estadía en las empresas de 1 a 1.5 años.

¿Nos damos cuenta acaso el costo financiero que esto implica? ¿Entendemos que las curvas de aprendizaje implican un costo para todas las nuevas posiciones de la organización? ¿Por qué acaso aceptamos que en las empresas tengamos o padezcamos rotaciones superiores al 30% ó 40%?

Muchas empresas han desarrollado una cultura de trabajo en la cual sólo buscan  los beneficios a corto plazo. Buscan rendimientos financieros a corto plazo, metas comerciales a corto plazo, relación con los clientes y proveedores a corto plazo, relación con sus colaboradores a corto plazo, no importando las personas sino lo que ellas pueden generar a corto plazo.

Los estilos de liderazgo de muchas direcciones tienen una visión relativista e individualista. Podemos ver esto inclusive en sus estrategias de negocio, en donde los que´s son y se vuelven lo único importante en la empresa, ya han dejado de tener valor e importancia los cómo´s. Ya no interesan los medios lícitos o ilícitos para el logro de los objetivos, lo que importan son los objetivos mismos.

Son los jefes, los directores los que hacen que sus colaboradores renuncien a las empresas. Consideran que sus subordinados son elementos que se pueden suplir. Ya no importa el trabajo realizado con anterioridad, si ya no es útil a las ideas del “jefe”, entonces dice que ya no eres “útil” a la organización. Estos jefes o directores no se han preocupado por generar un plan de carrera para sus colaboradores, pero lo más triste del tema es que tampoco les importa. Su pensamiento consiste, al ser el empleado sustituible, un tema económico y financiero. Los indicadores de gestión redundan en cuántos empleados menos tuvimos para generar la misma producción. Con ello se piensa que el costo ha mejorado.

La realidad es que es el principio del fin…

Bajo el esquema del párrafo anterior, las personas y colaboradores permanentemente buscarán una nueva opción de trabajo, ya no importan la misión, visión u objetivos de la organización si sus valores se basan en condiciones poco humanas y de trato indigno a los colaboradores. No todo en la vida es el dinero.

Existen jefes tiranos pero que se preocupan por su personal, existen aquellos que son blandos y que tampoco se preocupan por su gente. El peor de todos es aquel que pretende o aparenta preocuparse por sus colaboradores para obtener el beneficio que de ellos pueda obtener pero en la primera oportunidad, al dejar de ser atractivo para él, no necesariamente para la organización, lo despide o hace la vida insoportable. Este tipo de jefes son los peores en una organización que se diga humana y con condiciones dignas para las personas.

Si no deseamos que las personas se vayan de las empresas, entonces requerimos mejores jefes, deberemos de prepararnos para relaciones a mediano y largo plazo, deberemos de buscar las opciones de ganar – ganar, pero sobre todo deberemos de pensar en las personas. Hay que emprender a favor del hombre.

Denise Dresser: Detrás de un apellido

10 Jueves Jul 2014

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial

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Apellidos, Denise Dresser, Salinas

Ser un Salinas -Raúl, Carlos, Adriana- implica formar parte de un enjambre de dramas, asesinatos, violencia, corrupción, mentiras, traiciones, amantes, cuentas ocultas, pasaportes falsos, la búsqueda del poder y el precio que se paga por conseguirlo. Ésas son las historias que acompañan a la familia Salinas por dondequiera que va. Ésas son las palabras que la definen. Una familia que parece que logra exoneraciones, perdones, reinserciones en la vida social del país como si nada hubiera pasado. Una familia que muestra cómo ha funcionado la política en el país y la podredumbre de ese funcionamiento. Una pequeña mafia mexicana. Allí en el sótano, allí en el subsuelo, allí operando en las sombras y con jueces a su lado, como el juez 13 de Procesos Penales Federales del DF.

Ser un Salinas es ser un arquetipo. Representan algo más que a sí mismos. Plasman la forma en que la clase política se ha comportado y quiere seguirse comportando. De manera sórdida. De manera torcida. Con amantes en México y cuentas en Suiza; con partidas secretas y testigos ejecutados; con millones acumulados y juicios que ganan en circunstancias cuestionables. Rodeados de fiscales que se suicidan, países que los investigan, colaboradores que desaparecen, cargos que no se pueden comprobar.Al margen de la ley, al margen del interés público.

Ser un Salinas entraña la experiencia aterradora de asomarse a la cloaca de un clan. De presenciar las actividades de personas esencialmente amorales. De contemplar la vida que viven, los abusos que cometen, las mentiras que dicen, en vivo y a todo color. Presidida por Carlos Salinas de Gortari. Ahora de vuelta e intentando influenciar la política nacional. Y tan lo logra que obtiene la absolución de su hermano Raúl por el delito de enriquecimiento ilícito a pesar de todas las cuentas con nombres apócrifos y la conversación grabada entre Raúl y Adriana -desde la cárcel- en la cual sugieren que Carlos, el entonces Presidente, orquestó todo. Ser un Salinas implica vivir al frente de un imperio subterráneo que empieza con la clase empresarial, abarca a los medios, constriñe la conducta de muchos periodistas, incluye a sectores del PRI, toca a Los Pinos y termina en los tribunales, que se lavan, y le lavan las manos a Raúl.

Ser un Salinas implica vivir en el esfuerzo cotidiano de limpiar el apellido ensombrecido. Ganar legitimidad social para la familia. Ser admirado, buscado, reconocido, aunque partes del imperio salinista estuvieran construidas sobre los cimientos de la corrupción. Una corrupción facilitada por empresarios, avalada por amigos, ignorada por tecnócratas, permitida por las autoridades, exonerada por los jueces. Año tras año. Cuenta tras cuenta. Millón tras millón. Inmueble tras inmueble. Una corrupción fácil de tapar y difícil de comprobar, como lo argumentaron durante años los fiscales suizos que se ocuparon del caso.

Pese a la indagación -y la farsa de la PGR que “apela la resolución”- hay algo inocultable. Eso que queda, eso que permanece. Lo que huele mal de 48 cuentas congeladas a lo largo del sistema financiero suizo. Lo que huele mal de compañías fantasma en las islas Caimán. Las transferencias multimillonarias de bancos en México, Estados Unidos, Luxemburgo, Alemania y Francia. Las acusaciones de lavado de dinero. El total de 130 millones de dólares. Acumulados por una persona que siempre fue un funcionario menor, un bon vivant. Que cuando conoció a María Bernal, su amante, le dijo que era multimillonario, con la suerte de ser “el hermano del Presidente”.

Ser un Salinas le permitió a Raúl incorporar un “fondo de inversión” fuera de México, le permitió recibir y enviar transferencias secretas de empresarios que compraron concesiones públicas, le permitió acumular pasaportes falsos, le permitió ser “el señor diez por ciento” por las comisiones que cobraba, le permitió mentir una y otra vez. Esa suerte que el sistema político le provee a quienes están cerca del poder. Ser un Salinas es la personificación de lo peor del PRI y cómo gobierna, ni más ni menos. La avaricia incontenible y la irresponsabilidad rampante. Sentir que los recursos del país eran suyos y podía hacer lo que lo quisiera con ellos. Allí fotografiado en un yate con su amante sobre las piernas. Allí con su casa en Acapulco y su chalet en Aspen y sus caballos en El Encanto.

Ser un Salinas implicó apropiarse de recursos que pertenecían -directa o indirectamente- al pueblo de México. El crimen, actualmente “absuelto”, fue utilizar su posición privilegiada para hacer negocios tras bambalinas, a oscuras, sin firmas, sin contratos, con sólo un apretón de manos. Negociar acuerdos y facilitar franquicias y canalizar recursos y transferirlos de cuenta en cuenta. A espaldas de la población. De la mano de leyes que lo permitieron porque para eso fueron creadas. Y por eso en México el enriquecimiento ilícito ha sido un delito “no grave”. Y por eso en México, el trato hacia los poderosos ha sido siempre reverencial. Y por eso la familia Salinas se ha salido y se sigue saliendo con la suya.

Carta de un padre socialista a su hijo sobre la enseñanza de la religión.

04 Viernes Jul 2014

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Gobierno Corporativo

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carta, padre, socialismo

El socialista Jean Jaurés nació en 1859 en Castres, Francia. Fue diputado por el Partido Obrero Francés en 1889, manteniéndose como parlamentario hasta 1898. Posteriormente fue elegido también en las elecciones de 1902, 1906, 1010 y 1914. Murió en 1914.

En 1904 fundó el periódico L´Humanité. En 1905 consigue unir bajo su liderazgo a los socialistas franceses, formando la Sección Francesa de la Internacional Obrera. Fue precisamente el diario L´Humanité el que publicó esta carta dirigida a su hijo que reproducimos.

“Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.

No es por que desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre; pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, no lo serán sin un estudio serio de la religión.

Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son hijo mío declaraciones buenas para arrastrar a algunos, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?

Dejemos a un lado la política y las discusiones, y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender la historia o la civilización de los griegos y de los romanos y ¿Qué comprenderías de la historia de Europa o del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte ¿Qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen? En las letras, ¡Puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenolón, Lacordaire, De Maistre, Venillo y tantos otros que se ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Victor Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía o de moral, ¡Puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? –éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.

Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampére era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flanmarion se entrega a fantasías teológicas.

¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base, de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Ya que hablo de educación: ¡Para ser un joven bien educado, es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta, No fijándome sino en la cortesía, en el simple “savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que le son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.

Querido hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de consumo los hechos y el sentido común. Muchos anti-católicos conocen por lo menos mediante la religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.
Además no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación.”

Diario de Sesiones, 1 de marzo de 1933. La carta fue entregada a los taquígrafos de las Cortes para que figurara en las actas después de la intervención de Pildain. (Enviado por don Francisco Colín).

El poder del perdón

30 Jueves Ene 2014

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El perdón, Perdonar, poder

Las personas con una actitud positiva ante el perdón tienen menos patologías mentales y un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento.

El psiquiatra Javier Schlatter, especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, publica el libro Heridas en el corazón. El poder curativo del perdón.

El perdón puede ser una fuente de salud. “Hay estudios que demuestran que las personas que muestran una actitud positiva ante el perdón, tienen menor patología mental, usan menos psicofármacos y tienen un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento. Eso supone que usen menos analgésicos e incluso menos servicios sanitarios”. Son palabras del psiquiatra Javier Schlatter, especialista del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, experto en los trastornos de la afectividad, y autor del libro Heridas en el corazón. El poder curativo del perdón (Rialp Ediciones). A través de este título, Schlatter disecciona el papel y el efecto del perdón y recorre desde un punto de vista cultural, religioso, histórico y social las manifestaciones y virtudes de un valor incrustado en la naturaleza humana, que además puede mejorar nuestra calidad de vida.

– ¿Cuánto hay en este libro de su experiencia en la consulta con los pacientes
– Es muy frecuente encontrarte en la terapia y en la ayuda psicológica con una situación en la que el paciente tiene o bien una situación presente que ha motivado el cuadro y por tanto ir a consulta, o bien, otras situaciones también muy frecuentes, en las que el paciente, también ante un cuadro depresivo, se enfrenta a situaciones que aparentemente estaban olvidadas, pero que aparecen a flote. Es el ejemplo clásico de cuando baja el agua de un pantano y aparecen las casas viejas, los árboles… Todo eso que teóricamente está oculto y que de pronto aflora y vuelve a la superficie.

– ¿De manera que la ausencia de perdón o una ofensa mal curada puede provocar que afloren psicopatías?
– Así es. Es más frecuente que una persona acuda a la consulta porque ha recibido un daño o una ofensa y no ha sabido cómo afrontarla. Eso provoca tensiones internas que se traducen en cuadros depresivos o en cuadros de ansiedad.

– Usted cuenta en el libro el caso de una familia italiana, cuyo hijo asesina a sus padres por dinero y que después de algunos años, con la ayuda de un sacerdote y tras mostrar arrepentimiento, recibe el perdón de sus dos hermanas. ¿Casos como este demuestran que el perdón puede producirse en las situaciones más extremas?
– Sí. Y aquí está una de las cuestiones que a mí me llevó a profundizar en el tema del perdón: que ante situaciones tan extremas y aparentemente imperdonables, es posible el perdón. Y este caso es terrible: un hijo que asesina a sus padres cuando ellos le daban una especial protección. Y el hijo reconoce que los mata porque quería más. Terrible.

– El hijo muestra arrepentimiento. ¿Es necesario que se dé esta circunstancia para que se produzca el perdón?
– No es necesario. Es otra de las claves interesantes. El arrepentimiento ayuda, evidentemente. Pero uno de los momentos fundamentales del proceso del perdón es cuando se produce una situación de empatía entre el ofendido y el ofensor. Los dos, en un momento dado, comparten un mal. Hay uno que ha causado ese mal al otro en forma de daño, ofensa… Y hay un momento en el que los dos comprenden que son víctimas de ese mal. El arrepentimiento ayuda, pero es muy habitual, por ejemplo, que una persona perdone a otra que ya ha fallecido, o incluso a alguien que ni siquiera sabe quién es. Ahora tenemos casos tristes de terroristas. Algunos se han arrepentido y otros no. Y hay gente capaz de perdonar a quien cree que la ofensa o el acto terrorista, en este caso, está justificado. La ausencia de arrepentimiento dificulta, pero no imposibilita el perdón. Esa es una de sus grandezas.

– El perdón muchas veces es noticia. Lo hemos visto ahora con la doctrina Parot y también con Nelson Mandela, fallecido recientemente, y que impulsó las Comisiones para la Verdad y la Reconciliación con el objetivo de superar la era Apartheid en Sudáfrica. ¿Cómo es el perdón en nuestra sociedad?
– Es un poco paradójico. Por un lado, existe toda una tendencia social al individualismo, a no querer sufrir, y por tanto, querer evitar el acercamiento al ofensor. También hay una tendencia a judicializar el perdón, es decir, vamos a arreglar lo que se ha estropeado mediante una denuncia antes de entrar en una dinámica de perdón y de diálogo. Esa tendencia existe, pero también hay una experiencia de las últimas décadas por la que no basta con una sanción o con una pena. Más allá de las consideraciones que se puedan hacer sobre la doctrina Parot, el ciudadano necesita escuchar el perdón del terrorista o del violador o del asesino. La sociedad no quiere que haya elementos dentro de ella que destruyan la unión, la paz, la convivencia. De manera que necesitamos que los ofensores reconozcan su culpa para que la sociedad pueda más allá de la pena impuesta por un tribunal. La sociedad otorga ese perdón cuando ve arrepentimiento, aunque no sea necesario. Ahora hay una sensibilidad al perdón y existe una corriente positiva hacia el perdón.

España y el perdón

– ¿Y España tiene una sociedad que perdona?
– Esto toca un tema cultural y también religioso. Cuando empecé a estudiar todos estos temas, pensé que el hecho de ser cristiano podía facilitar el perdón. Pero yo me resistía a pensar que el perdón fuera una realidad estrictamente religiosa. El perdón es humano y es inherente a cualquier persona. Necesitamos el perdón igual que necesitamos la confianza para poder convivir en sociedad. Es algo propio de la naturaleza humana. A partir de ahí, hay religiones o culturas en las que el perdón ha tomado más parte de la sociedad. Yo creo que todo Occidente, por su raíz cristiana tiene más argumentos para perdonar. Y después de todo, el cristiano intenta imitar el modelo ideal de Jesucristo y el perdón es uno de los mensajes fundamentales. Pero en general, el mundo occidental y el mundo latino tienen una especial predisposición a perdonar. En las sociedades nórdicas, que son más individualistas, es normal que ante una ofensa cada uno decida ir por su lado. En España no es tan fácil esa situación. Es más habitual que los problemas se enconen. Y eso facilita que haya una mayor sensibilidad hacia el perdón.

– Ha citado el cristianismo, pero en el libro también habla del judaísmo o de la religión islámica en donde el perdón también tiene una presencia notable.
– Por supuesto. Y muchas veces se olvida porque las noticias destacan los extremos. Cualquier fundamentalismo que sitúa la verdad por encima de la persona, dificulta el perdón. Y el perdón es personal y es libre. Te perdono porque quiero hacerlo. Se habla mucho de perdonarse a uno mismo, pero el perdón auténtico necesita de otra persona, que es la que me perdona. Si no, no es un perdón auténtico. Los fundamentalismos no van a la persona sino a la letra, de manera que las manifestaciones extremas de islamismo o judaísmo, o incluso del cristianismo, dificultaría el perdón. Perdonamos porque entendemos a la persona que ha cometido la ofensa. Te perdono porque yo también podría haber hecho ese daño.

– Pese a que pueda parecer algo sencillo, el perdón está lleno de complejidad. Hay diferentes tipos de perdón, de persona que perdona, de perdonado, de motivaciones…
– Sí. De hecho creo que es una de las percepciones que he visto en las personas que he atendido y en mí mismo. Cuando quieres perdonar a una persona y pasar página sobre un asunto, ves que no es fácil. Te puedes plantear si el problema es que eres mala persona. Y lo cierto es que hay situaciones y personas que pueden estar toda una vida intentando perdonar y que nunca consigan que quede un resquemor y una secuela en el fondo. Creo que esto no es algo negativo.

– ¿Así que el tiempo no todo lo cura?
– Así es. Hacen falta unas condiciones, una libertad y una decisión. La manera de ser influye, aunque no sea decisiva. Hace poco un colega me decía que él no tenía problemas para perdonar y que olvidaba fácilmente. Y había otra chica al lado que decía que no, que había cosas que no era capaz de perdonar. Y creo que los dos decían lo que sentían. Así que la manera de ser influye. Las personas más sensibles sufren más ante las ofensas. También son las más necesitadas del perdón y lo buscan. Pero lo sufren más. Las personas que tienden a interpretar demasiado las cosas, ya sea una palabra, o un gesto o la ausencia de palabras… Son rasgos de la forma de ser que también influyen. Después de todo, el perdón es un fenómeno personal y como tal, hay personas con más facilidad para el perdón que otras.

Perdón y psicopatías

– ¿Y qué tipo de personalidades sufren más con el proceso del perdón?
– Las personalidades que peor lo pasan son las obsesivas, por esa tendencia a darle vueltas a las cosas, por la inseguridad de fondo y por la rigidez, que les dificulta el cambio. Después de todo, el perdón es una transformación del corazón. Si eres muy rígido, siempre cuesta más cambiar el corazón o la percepción hacia una persona. También estarían las personalidades desconfiadas o paranoides. Siempre les va a resultar más difícil empatizar con la persona que les ha hecho el daño. Van a tender a pensar siempre que hay una mala intención. Y una de las cosas que más ahondan la herida del cuchillo de la ofensa la percepción de que hay mala intención o ensañamiento. Y finalmente, las personalidades narcisistas. Es un tipo de personalidad en la que eres el centro, el poseedor de la verdad, el que nunca se equivoca… De manera que en una relación en la que se produce una ofensa, el narcisista no va a pedir perdón.

– ¿Y cuánto hay de generosidad en el acto de perdonar?
– Mucho. Hay un artículo muy interesante de Jutta Burggraf, que fue profesora de la Universidad de Navarra, ya fallecida, en el que habla de las cualidades morales que predisponen al perdón: el amor, la humildad y la generosidad. Después de todo, cuando uno recibe el golpe de una ofensa, está recibiendo una energía negativa que viene desde fuera y que uno piensa que no se merece. Lo que tengo que conseguir es darle la vuelta y lo que era un vector negativo contra mí, tiene que convertirse en un vector positivo hacia fuera. Voy a ofrecerte una comprensión y un perdón que no te mereces por lo que has hecho, pero sí te mereces porque tu grandeza es mayor que tu culpa. En ese sentido, he de ser generoso para darle la vuelta a esos vectores. Cuando uno recibe un daño, la reacción primera es la protección. Te proteges y te encoges sobre ti mismo en tu caparazón para sobrevivir. Y eso te protege para que no te vuelvan a hacer daño. Pero eso no es el perdón. Para perdonar tienes que abrirte y acercarte a esa persona. Es un esfuerzo que sale de algo que tienes: la generosidad.

– En el libro, habla de los efectos psicosomáticos que produce el perdón. ¿Cómo afecta a nuestro organismo el hecho de perdonar?
– El perdón tiene una repercusión psicosomática. Más allá de mi experiencia personal en la consulta, en donde he podido corroborar esos efectos positivos, hay estudios que demuestran que las personas que tienen una actitud positiva ante el perdón, tienen menor patología mental, usan menos psicofármacos y tienen un umbral de tolerancia más alto del dolor y del sufrimiento. Eso supone que usen menos los analgésicos e incluso menos servicios sanitarios. Y esto es congruente. Evidentemente no todas las patologías mentales o el dolor tiene que ver con ofensas. El daño provoca sensaciones negativas. Todo eso te pone en una situación de activación que no es buena y hace que segregues a la sangre sustancias que en condiciones normales son muy útiles, pero que pueden ser tóxicas. Un exceso de adrenalina o de cortisol hace que se eleve la tensión arterial, muscular, que bajen las defensas… No va a provocar una enfermedad grave, pero sí cierta falta de salud y de bienestar.

– Supongo que es algo a lo que se enfrenta en la consulta. ¿Cuál es el momento propicio para perdonar? Las personas tienen diferentes tiempos…
– En cualquier terapia hay que marcar unos objetivos y hay que ver si dentro de esos objetivos está el de perdonar a la persona que comete la ofensa. Porque si no quiere perdonar, ya no forma parte de la terapia. Pero si quiere hacerlo, interesa estudiar cómo es la persona que ha recibido el daño, su personalidad; su mecanismo de defensa ante los problemas habituales, porque si no es el correcto hay que cambiarlo y si es una persona muy racionalizadora, quizás interese verlo desde un punto de vista más emocional. Por lo tanto, se estudia la personalidad de la persona ofendida, se habla con ella para que explique qué tipo de intencionalidad percibe del ofensor, y finalmente sobre las características del daño en sí. Con todos esos datos, se plantea si es el momento de poder dar ese paso de perdonar. Una persona que acaba de sufrir un daño muy fuerte, como una violación, es posible que perdone, pero no siempre lo podemos poner en la tesitura de perdonar. Hay gente que necesita pasar el dolor, expresar su ira y sus emociones. El momento de perdonar es fundamental en la terapia. Y cuando se produce, casi siempre fortalece las relaciones. Pero no puedes pedírselo a todo el mundo.

La responsabilidad de Ser…

04 Sábado Ene 2014

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial

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La responsabilidad, ser

En los negocios como en la vida, a veces ocurren cosas malas a gente buena, y a veces cosas buenas le pasan a gente mala. Pero con el tiempo, si juegas lo suficiente, todo el mundo recibe lo que merece… buenos y malos (Jeffrey Immelt CEO de General Electric).

Las empresas son entes vivos, formadas por personas, con necesidades y objetivos diferentes, pero no necesariamente alineados a los de la organización.

Es y debe de ser una gran responsabilidad la de los ejecutivos y directivos de la compañía el llevar a buen puerto los destinos de las empresas, sin embargo en el camino encontrarán circunstancias adversas tanto económicas, comerciales, de operación pero sobre todo de tono humano.

Encontrarán quienes les propongan participar quizás en un fraude, en un engaño (recordemos: una media verdad es una doble mentira), en buscar una supuesta acción colectiva a favor del bien común o de la institución, en donde se pueda demostrar, aunque no sea cierto, que se obtienen a corto plazo beneficios personales y empresariales (como en el caso de Enron) sin embargo todas aquellas personas que participan en estas acciones, como líderes, pseudo líderes o cobardes seguidores, ¿cómo enfrentarán el juicio de la historia, de sus hijos, de su familia, de la vida, al darse a la luz la verdad?

Con toda certeza, al ser todos nosotros personas que buscan el desarrollo de la familia, del estado y de México deberemos sustentar y apoyar a que esto nunca suceda o sucederá.

Nuestras actividades en la vida, en las empresas y en la familia realizadas en los últimos años así durante el 2014 adquirirán, sin duda, en el tiempo, su perfil propio, su huella dactilar distintiva, pero con el propósito que en lo fundamental tenga la misma naturaleza, aspire a los mismos fines y sobresalga con las mismas notas que constituyen y caracterizan sus valores y su familia a lo largo de su historia.

El objetivo consiste en que cada persona que pase y haya pasado por sus vidas potencie sus máximas posibilidades como tal, como persona, con todos los atributos que la hacen poseedora de este título.

En el transcurso de la vida , sabemos de la importancia de esta gran tarea de servicio generoso y exigente, la deberemos realizar y realizaremos con eficiencia si nos apoyamos en nuestros valores, tradiciones, y en el espíritu funcional del que somos deudores y depositarios.”

Para concluir me voy a permitir leer un fragmento de los puntos 70 y 71 de la encíclica Cáritas in Veritate:

“El desarrollo de los pueblos es considerado con frecuencia como un problema de apertura de mercados, de bajadas de impuestos, de inversiones productivas, de reformas institucionales, en definitiva como una cuestión exclusivamente técnica”. (70).

“El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral”. (71).

Feliz Año.

1968 abrió un porvenir Elena Poniatowska (Parte II de II)

03 Viernes Ene 2014

Posted by pedrolarav in Ética Empresarial, Dirección Empresarial, Gobierno Corporativo

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1968, México

El Movimiento Estudiantil sacaba de quicio a muchos, a todos aquéllos que en la Cámara de Diputados aplaudieron de pie las medidas tomadas por el presidente Díaz Ordaz y ejecutadas por su segundo, Luis Echeverría, el 2 de octubre. El Movimiento Estudiantil los desafiaba y ponía en peligro no sólo las olimpiadas sino también la autoridad de empresarios y jefazos. Los embotellamientos, el súbito incendio de un autobús a la mitad de San Juan de Letrán (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas), la tea encendida de los transportes públicos, las vitrinas hechas pedazos, las interrupciones de tránsito, las colectas en la calle, las porras y los estribillos estudiantiles “Di por qué, dime Gustavo, / di por qué, eres cobarde, / di por qué no tienes madre, dime Gustavo por qué”. Y “En la calle de Insurgentes / que chinguen a su madre los agentes”, los graffitis, los mítines relámpago, las arengas en el mercado, la brusca irrupción de una nueva realidad molesta para la rutina de los oficinistas y los hacía exclamar: “¿Por qué no están estudiando? Su lugar es frente a sus libros. La sociedad paga sus aulas y sus carreras, bola de irresponsables”. La de los estudiantes era una protesta muy localizada, los universitarios y los politécnicos eran los alborotadores, el descontento no se había generalizado, muchos estaban conformes; un refresco y una torta bastaban para adherirse al PRI. El nuestro ¡qué país de acarreados! Además el 12 de octubre se inaugurarían los juegos olímpicos. Por primera vez un país de América Latina había sido escogido. México era la sede internacional. ¡Qué gran honor! Y con sus desmanes los locos esos irreverentes y pendencieros ponían en peligro el prestigio del país, el de su dirigencia. Muchos aficionados y turistas habían cancelado su habitación en los hoteles. ¡México bárbaro estaba de nuevo en la pública palestra! Los estudiantes se habían empeñado en hundir al país. ¿No decían que unas bombas de manufactura universitaria harían volar el tablero del estadio precisamente en CU?

En su versión del jueves 3 de octubre de 1968 nos dice Excélsior: “Nadie observó de dónde salieron los primeros disparos. Pero la gran mayoría de los manifestantes aseguraron que los soldados, sin advertencia ni previo aviso, comenzaron a disparar: ‘…los disparos surgían por todos lados, lo mismo de lo alto de un edificio de la Unidad Tlatelolco que de la calle donde las fuerzas militares en tanques ligeros y vehículos blindados lanzaban ráfagas de ametralladora casi ininterrumpidamente…’”. Novedades, El Universal, El Día, El Nacional, El Sol de México, El Heraldo, La Prensa, La Afición, Ovaciones repiten que el ejército tuvo que repeler a tiros el fuego de francotiradores apostados en las azoteas de los edificios. Prueba de ello es que el general José Hernández Toledo, que dirigió la operación, recibió un balazo en el tórax y declaró a los periodistas al salir de la intervención quirúrgica que se le practicó: “Creo que si se quería derramamiento de sangre ya es más que suficiente con la que yo he derrama- do,” como lo consignó El Día, 3 de octubre de 1968.

Según Excélsior se calcula que participaron unos cinco mil soldados y muchos agentes policiacos, la mayoría vestidos de civil. Tenían como contraseña un pañuelo envuelto en la mano derecha. Así se identificaban unos a otros, ya que casi ninguno llevaba credencial por protección frente a los estudiantes.

“El fuego intenso duró 29 minutos. Luego los disparos decrecieron pero no acabaron”. Los tiros salían de muchas direcciones y las ráfagas de las ametralladoras zumbaban en todas partes y, como afirman varios periodistas, “muchos soldados debieron lesionarse entre sí, pues al cerrar el círculo los proyectiles salieron por todas direcciones”, dijo el reportero Félix Fuentes en su relato del 3 de octubre en La Prensa. El ejército tomó la Plaza de las Tres Culturas con un movimiento de pinzas, es decir, llegó por los dos costados y cinco mil soldados avanzaron disparando armas automáticas contra los edificios, añade Félix Fuentes. “En el cuarto piso de un edificio, desde donde tres oradores había arengado a la multitud contra el gobierno, se vieron fogonazos. Al parecer, allí abrieron fuego agentes de la Dirección Federal de Seguridad y de la Policía Judicial del Distrito.

“La gente trató de huir por el costado oriente de la Plaza de las Tres Culturas y mucha lo logró, pero cientos de personas se encontraron a columnas de soldados que empuñaban sus armas a bayoneta calada y disparaban en todos sentidos. Ante esta alternativa las asustadas personas empezaron a refugiarse en los edificios, pero las más corrieron por las callejuelas para salir a Paseo de la Reforma cerca del Monumento a Cuitláhuac.

“ Quien esto escribe, fue arrollado por la multitud cerca del edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores. No muy lejos se desplomó una mujer, no se sabe si lesionada por algún proyectil o a causa de un desmayo. Algunos jóvenes trataron de auxiliarla pero los soldados lo impidieron”.

“El General José Hernández Toledo declaró después que, para impedir mayor derramamiento de sangre, ordenó al ejército no utilizar las armas de alto calibre que llevaba”, (El Día, 3 de octubre de 1968). (Hernández Toledo ya ha dirigido acciones contra la Universidad de Michoacán, la de Sonora y la Autónoma de México, y tiene a su mando a hombres del cuerpo de paracaidistas calificados como las tropas de asalto mejor entrenadas del país). Sin embargo, Jorge Avilés, redactor de El Universal escribe el 3 de octubre: “Vimos al ejército en plena acción; utilizando toda clase de instrumentos, las ametralladoras pesadas empotradas en una veintena de jeeps, disparaban a todos los sectores controlados por los franco- tiradores”. Excélsior reitera: “Unos trescientos tanques, unidades de asalto, jeeps y transportes militares tenían rodeada toda la zona, desde Insurgentes hasta Reforma, hasta Nonoalco y Manuel González. No permitían salir ni entrar a nadie, salvo rigurosa identificación”. Miguel Ángel Martínez Agis de Excélsior reportó a las 18 horas desde el Edificio Chihuahua: “Un capitán del ejército usa el teléfono. Llama a la Secretaría de la Defensa. Informa de lo que está sucediendo: ‘Estamos contestando con todo lo que tenemos… Allí se veían ametralladoras, pis- tolas 45, calibre 38 y unas 9 milímetros’”.

El General Marcelino García Barragán, Secretario de la Defensa Nacional, declaró al reportero de Excélsior Jesús M. Lozano que: “Al aproximarse el ejército a la Plaza de las Tres Culturas fue recibido por francotiradores. Se generalizó un tiroteo que duró una hora aproximadamente… Hay muertos y heridos tanto del ejército como de los estudiantes: No puedo precisar en estos momentos el número de ellos.
“—¿Quién cree usted que sea la cabeza de este movimiento?
“—Ojalá y lo supiéramos.
(Indudablemente no tenía bases para inculpar a los estudiantes).
“—¿Hay estudiantes heridos en el Hospital Central Militar?
“—Los hay en el Hospital Central Militar, en la Cruz Verde, en la Cruz Roja. Todos ellos están en calidad de detenidos y serán puestos a disposición del Procurador General de la República. También hay detenidos en el Campo Militar Número 1, los que mañana serán dispuestos a disposición del General Cueto, Jefe de la Policía del DF.
“—¿Quién es el comandante responsable de la actuación del ejército?
“—El comandante responsable soy yo”.
El jefe de la policía metropolitana negó que, como informó el Secretario de la Defensa, hubiera pedido la intervención militar en Ciudad Tlatelolco. El General Luis Cueto Ramírez dijo textualmente: “La policía informó a la Defensa Nacional en cuanto tuvo conocimiento de que se escuchaban disparos en los edificios aledaños a la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la Vocacional 7, en donde tiene servicios permanentes”. (…)“La mayoría de las armas confiscadas por la policía, son de fabricación europea y corresponden a los modelos de los usados en el bloque socialista. Cueto negó saber que políticos mexicanos promuevan en forma alguna esta situación y afirmó no tener conocimiento que ciudadanos estadounidenses hayan sido aprehendidos. En cambio están prisioneros un guatemalteco, un alemán y otro que por el momento no recuerdo”. (El Universal, El Nacional, 3 de octubre de 1968).

Los cuerpos de las víctimas en la Plaza de las Tres Culturas no pudieron ser fotografiados porque el ejército lo impidió. (La Prensa, 3 de octubre de 1968). El 6 de octubre en un manifiesto “Al Pueblo de México”, publicado en El Día, el CNH declaró: “El saldo de la masacre de Tlatelolco aún no acaba. Hasta el momento han muerto cerca de cien personas de las cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento: los heridos cuentan por miles…”. El mismo 6 de octubre el CNH, al anunciar que no haría nuevas manifestaciones o mítines, afirmó que las fuerzas represivas “causaron la muerte con su acción a ciento cincuenta civiles y cuarenta militare s”. En Posdata, Octavio Paz cita el número que el diario inglés The Guardian, tras una “investigación cuidadosa”, considera como la más probable: trescientos veinticinco muertos.

En México no se ha logrado precisar hasta ahora el número de muertos. El 3 de octubre la cifra declara da en los titulares y reportajes de los periódicos oscila entre veinte y veintiocho. El número de heridos es mucho mayor y el de detenidos es de dos mil. A las doce de la noche aproximadamente dejaron de escucharse los disparos en el área de Tlatelolco. De los edificios desalojados por la tropa fueron conducidos al Campo Militar Número1 cerca de mil detenidos que más tarde serían llevados a la cárcel de Santa Marta Acatitla. La zona de Tlatelolco siguió rodeada por el ejército. Grupos de once soldados entraron a los edificios a catear casa por casa. Muchas familias abandonaron sus departamentos con sus pertenencias después del humillante registro.

El número de presos en la cárcel de Lecumberri por el Movimiento de 1968 fue de ciento sesenta y cinco. Posiblemente no sepamos nunca cuál fue el mecanismo interno que desencadenó la masacre de Tlatelolco. ¿El miedo? ¿La inseguridad? ¿La cólera? ¿El terror a per- der la fachada? ¿El despecho ante el joven que se empeña en no guardar las apariencias delante de las visitas? Posiblemente nos interroguemos siempre junto con el cuadro negro de Abel Quezada“ ¿Porqué? ”en vez de su caricatura de costumbre. La noche triste de Tlatelolco —a pesar de todas sus voces y testimonios— sigue siendo incomprensible. ¿Por qué? Tlatelolco es incoherente, contradictorio. Pero la muerte no lo es. Ninguna crónica nos da una visión de conjunto. Todos —testigos y participantes— tuvieron que resguardarse de los balazos, muchos cayeron heridos.

Todavía fresca la herida, todavía bajo la impresión del mazazo en la cabeza, la sangre pisoteada de estudiantes, hombres, mujeres, niños, soldados, diez días después los mexicanos pasmados se sentaron frente a la televisión a ver los juegos olímpicos. Rosario Castellanos preguntó en un poema escrito especialmente para La noche de Tlatelolco:¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente nadie / La plaza amaneció barrida; los periódicos / dieron como noticia principal / el estado del tiempo. / Y en la televisión, en el radio, en el cine / no hubo ningún cambio de programa, / ningún anuncio intercalado ni un / minuto de silencio en el banquete. / (Pues prosiguió el banquete)”.

El 3 de octubre de 1968 los periódicos dieron una noticia escueta, lacónica, tramposa que minimizaba la masacre y para colmo acusaba a los estudiantes. Novedades habló de francotiradores y de veinticinco muertos, ochenta y siete lesionados, entre ellos el General Hernández Toledo y doce militares más heridos. El Universal dijo que eran veintinueve los muertos en el campo de batalla contra terroristas ya que los soldados sostuvieron un rudo combate y había mil detenidos. El Sol de México lamentó que manos extrañas cuyo objetivo era frustrar los XIX juegos olímpicos se empeñaran en desprestigiar a México. Francotiradores abrieron fuego contra la tropa en Tlatelolco e hirieron a un general y a once militares; dos soldados y más de veinte civiles muertos en la peor refriega.

De los estudiantes sólo se preocuparon El Día y el Excélsior. Dos mil personas fueron arrestadas. Los fa- miliares quedaron sin noticias y anduvieron peregrinando de los hospitales a los anfiteatros buscando a sus hijos. Los padres de Raúl Álvarez Garín publicaron un desplegado en El Día preguntando semana tras semana dónde es- taba su hijo. En el Campo Militar Número 1, no cupo un alfiler después de tanto muchacho rapado y vilipendiado en espera de conocer su suerte. De veintinueve, los muer- tos pasaron a cuarenta y tres. Los periódicos recibieron una orden tajante: “Nomás información”. En vista de la cercanía de los juegos olímpicos y de que los ojos del mundo estaban puestos en México los periódicos que contrariaran la orden perderían sus prebendas.

A partir del 2 de octubre, muchos nos inclinamos sobre nosotros mismos y nos preguntamos quiénes éramos y qué queríamos. Nos dimos cuenta que habíamos vivido en una especie de miedo latente y cotidiano que intentábamos suprimir pero que había reventado. Sabíamos de la miseria, de la corrupción, de la mentira, de que el honor se compra pero no sabíamos de las piedras manchadas de sangre de Tlatelolco, de los zapatos perdidos de la gente que escapa, de las puertas de hierro de los elevadores del conjunto habitacional de Santiago-Tlatelolco perforadas por ráfagas de ametralladora. Los edificios de la avenida Juárez volvieron a caérsenos encima, la gente caminó de nuevo a toda prisa mirándose los pies y algo muy cercano al pánico pudo leerse en su rostro. “¡Qué horrible normalidad!” diría doña Margarita Nolasco.

A raíz del 2 de octubre consigné las voces de muchachos, muchachas, madres y padres de familia. “Sí, pero cámbieme de nombre”. “Yo le cuento pero no ponga quién soy”. Salvo los líderes presos en la cárcel preventiva de Lecumberri y algunas madres de familia guardé los nombres en el fondo del corazón bien guardados a riesgo de no saber hoy, a treinta años, quién es quién. Muchos se negaron a hablar. La familia de la edecán Regina Teuscher K ruger cuya imagen indeleble en una revista impactó a miles de mexicanos (entre otros a Antonio Velasco Piña que la convirtió en sacerdotisa esotérica muerta y resucitada para iniciar una nueva era e incendiar los dos volcanes, el Popo y el Ixta) se negó a hablar con periodista alguno.

El padre de Regina, de origen alemán, recogió el cadáver de su hija de veintiún años con seis tiros de bala a lo largo de la espalda.

Casi todos los centenares de hospitalizados presentaban heridas en la espalda, en los glúteos, en los muslos, en las piernas. Mientras intentaban salir de la trampa, les tiraron por detrás.

Esta tragedia escindió la vida de muchos mexicanos; antes y después del 2 de octubre. 1968 fue un año que nos marcó a sangre y fuego. 1968 es el año del reclamo de los jóvenes en el mundo entero. Hubo otros movimientos estudiantiles en Francia, en Checoslovaquia, en Japón, ninguno tan violento como el nuestro, el fuego intenso duró veintinueve minutos, luego los disparos decrecieron pero no terminaron dijo el diario Excélsior.

En su mayoría, recogí los testimonios del 68 en octubre y en noviembre de 1968. Los estudiantes presos en Lecumberri dieron los suyos en el curso del año siguiente gracias a Raúl Álvarez Garín que los citaba el domingo en su celda. Los defensores de los presos políticos Carmen Merino y Carlos Fernández del Real también me hicieron llegar algunos materiales que enviaron hombres íntegros como Heberto Castillo, Manuel Marcué Pardiñas, Armando Castillejos, José Revueltas, y las mujeres que visité en Santa Marta Acatitla, Roberta Avendaño, Ana Ignacia Rodríguez y Adelita Castillejos.

Se han publicado ya muchos libros sobre el 68, los más extraordinarios, los más analíticos, los de Carlos Monsiváis, pero quisiera mencionar antes que a nadie al refugiado de la Guerra Civil de España, el escritor y periodista Ramón Ramírez y a su actitud ante la vida y su trabajo invaluable por su meticulosidad. Cuando “México en la cultura”, el suplemento de Novedades que dirigía Fernando Benítez fue censurado, de todos los que salimos Ramón Ramírez fue el más afectado. No se quejó aunque para él perder su trabajo era muy duro. Lo recuerdo en alguna manifestación con su gabardina, alto, delgado, fino —los rasgos de su rostro denotaban su espiritualidad—, tomando apuntes, alerta como un mirlo. Su trabajo es el mejor, el más exacto, el más completo y aún no se le hace justicia.

La noche de Tlatelolco pertenece a los estudiantes . Está hecha con sus palabras, sus luchas, sus errores, su dolor y su asombro. Aparecen también sus “aceleradas”, sus errores, su ingenuidad, su confianza, su amor a la fiesta de la libertad. Sobre todo les agradezco a las madres, a los que perdieron al hijo, al hermano, el haber accedido a hablar. El dolor es un acto absolutamente solitario. Hablar de él resulta casi intolerable; indagar, horadar, tienen sabor de insolencia.

Este relato recuerda a una madre que durante días permaneció quieta, endurecida bajo el golpe y, de repente, como un animal herido —un animal a quien le extra- en las entrañas— dejó salir del centro de su vida, de la vida misma que ella había dado, un ronco, un desgarrado grito. Un grito que daba miedo, miedo por el mal absoluto que se le puede hacer a un ser humano; ese grito que todo lo rompe, el ay de la herida definitiva, la que no podrá cicatrizar jamás, la de la muerte del hijo.

A cuarenta años, todavía resuena el eco del grito de los que murieron y el grito de los que quedaron.

El Movimiento Estudiantil de 1968 fue la punta de flecha de otros “enloquecidos movimientos de pureza” en nuestro país. Otros José Revueltas, otros Leobardo López Arretche, otros Óscar Menéndez, otros Heberto Castillo, otras María Fernanda Campa, otros Gilberto Guevara Niebla, otros Raúl Álvarez Garín, otros Manuel Marcué Pardiñas, otros Armando Castillejos, otras Roberta Avendaño “Tita”, otras Ana Ignacia Rodríguez “Nacha”, otros Marcelino Perelló, otros Joel Ortega, otros Salvador Martínez de la Roca “El Pino”, otros Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, otros Félix Hernández Gamundi han aparecido en nuestro país. Allí está el EZLN(Ejército Zapatista de Liberación Nacional) para comprobarlo. A cuarenta años, la consigna “Dos de octubre no se olvida” se grita en la marcha anual en la que participan jóvenes que ni siquiera habían nacido. El Comité del 68 con Raúl Álvarez a la cabeza logró llevar al ex presidente Luis Echeverría al banquillo de los acusados y hoy vive detenido en su casa. Pero necesitamos que los responsables sean enjuiciados, que la historia de los jóvenes asesinados sea rescatada, necesitamos rendirles homenaje porque a ellos los mataron por creer que podían cambiar al mundo.

En cualquier otro país, la masacre de Tlatelolco habría causado una guerra civil. ¿Conjura comunista, conjura de la CIA? ¿Conjura de políticos mexicanos enemigos del gobierno? ¿Ambición de presidencialistas? ¿“Enloquecido movimiento de pureza” como lo llamó José Revueltas? Todavía no tenemos una explicación de lo sucedido. Cuatro décadas después no hay respuesta.

No cabe duda de que el Movimiento Estudiantil de 1968 fue punta de flecha de otras epopeyas que intentaron romper la homogeneidad y la corrupción gubernamental. El impulso de los estudiantes y su heroísmo jugó un papel importante en el triunfo en las elecciones de Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de oposición y en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas y en los movimientos de resistencia pacífica que desde el 2006 salen de la plancha del Zócalo a todos los estados del país.

La matanza del 2 de octubre es una de las masacres más evidentes de los comienzos del terrorismo de Estado en América Latina. En Argentina, los familiares de los desaparecidos persiguen a los culpables, señalan su casa con pintura roja de sangre. En México, no tenemos aún el número exacto de muertos ni hemos enjuiciado a los responsables.

No pretendemos hacer justicia por mano propia pero señalar a los culpables es la única manera de que la historia no la escriban sólo los poderosos. Es la única manera de hacer más habitable un país, en el que mueren de hambre cinco mil niños al año.

Es de toda justicia que Tlatelolco, ese espacio en el que cayeron universitarios y politécnicos pertenezca hoy a la Universidad. Es de toda justicia recordar al rector Javier Barros Sierra. Es de toda justicia señalar a los responsables. En esta explanada hubo una matanza, esclarecer los hechos es el mejor homenaje que podemos rendir a los muertos y desaparecidos. ¡Qué gran vergüenza mirar la plaza día tras día sin saber cuántos ni quiénes eran! La tarea le corresponde a todo México, a cada quien desde su lugar. Es nuestro legado a los universitarios para que el crimen de Estado en el que participaron todas las instituciones no quede impune. Si no lo logramos seguirán los criminales corrompiendo a nuestro país.

Si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre del 68 puede asolarnos de nuevo. La Universidad es la gran educadora, el barómetro moral de nuestro país y la primera de sus enseñanzas es la ética. A partir de ella, puede construirse el México que todos buscamos. Quizá nunca sepamos el número exacto de muertos en la noche de Tlatelolco. Sin embargo, resonará en nuestros oídos durante muchos años la pequeña frase explicativa de un soldado al periodista de El Día, José Antonio del Campo: “Son cuerpos, señor”.

Notas de la Revista de la Universidad de México

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Pedro Lara V.

Director de empresas.
Consultor.
Catedrático.
Conferencista internacional en temas de Planeación Estratégica, Gobierno Corporativo y Ética Empresarial.

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